El plan mediocre de los libertarios de ultraderecha de Argentina

Ojalá la derecha argentina hiciera lo que hace Estados Unidos y no obedecer las órdenes que les dan.

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Javier Gerardo Milei /  Donald John Trump.
Javier Gerardo Milei /

El único proyecto que parece poder imaginar la derecha argentina es volver a ser una colonia. Un país que entrega sus decisiones de política económica, de política exterior, a la superpotencia dominante, suponiendo que eso traerá prosperidad.

El acuerdo marco anunciado por la Casa Blanca esta semana para la Argentina es el mismo que recibieron Guatemala y Ecuador. En un recorrido por los medios ecuatorianos puede apreciarse que, en ese país, dolarizado, sin tejido industrial, que le vende a Estados Unidos el 25% de sus exportaciones, el anuncio fue menos importante que en Argentina, donde el gobierno lo presentó como el mejor acuerdo en 200 años.

 
 
Lo que trascendió de lo firmado muestra como gran ganador-si llegara a concretarse- a Estados Unidos. Incluso si Argentina aceptase destruir sectores importantes de la industria que no pueden competir con EE UU, los norteamericanos nunca  estarán dispuestos a disminuir los subsidios agrícolas a sus productores. En 2024 invirtieron 10 mil millones de dólares en subsidios directos a los agricultores. A eso hay que sumarle otros 9000 millones destinados a cultivos específicos y 20 mil millones para posibles desastres naturales. Estados Unidos pide apertura para sectores en los que es fuerte, como medicamentos, pero no dejará de subsidiar al sector agrícola.

El acuerdo ni siquiera es que Argentina abandone cualquier expectativa de ser un país industrial a cambio de vender alimentos en un mercado de 350 millones de personas. Porque ese país es el primer productor de alimentos del mundo y subsidia la producción para protegerla de países que son más competitivos en esa rama, como es Argentina. Y utiliza los aranceles para proteger su industria. Ojalá la derecha argentina propusiera hacer lo que  hace Estados Unidos y no obedecer las órdenes que recibe en Washington.

El financista Javier Timerman, hermano del excanciller Héctor Timerman, vive en Nueva York. En varias entrevistas defendió el acuerdo por lo que implica como mensaje. “Es una señal para los inversores”. No se pone en duda aquí la honestidad intelectual y las buenas intenciones de Timerman. Su definición sirve para analizar una creencia muy extendida. “Argentina necesita de  EE UU”. Algo similar había sostenido el politólogo Andrés Malamud semanas atrás: “Que alguien me muestre el caso de un país que se haya desarrollado sin un paraguas de dólares y algún portaviones cerca”. A Malamud se le podría dar una respuesta fácil. El país que se desarrolló sin un paraguas de dólares y un portaviones cerca es la economía que más creció en los últimos 40 años: China. Por supuesto que comparar China con Argentina es difícil, pero el ejemplo sirve para mostrar que esa supuesta regla tiene bastante de ideológica. 

Este sistema de pensamiento fue el dominante durante el gobierno de Carlos Menem. En ese momento estaba más justificado. La caída del Muro de Berlín en 1989 había transformado a Estados Unidos en una especie de imperio romano. Era casi imposible practicar la tercera posición.

En noviembre de 1991, Menem visitó el Capitolio -el Congreso de los EE UU- y fue ovacionado durante varios minutos por representantes de ambos partidos. Fue una escena de sintonía mucho más potente que el famoso acuerdo de esta semana. ¿Qué pasó? ¿Por qué no hubo una lluvia de millones de dólares en el sector productivo argentino? ¿Cómo terminó ese proceso? Así: 23% de desempleo, 55% de pobreza, un default de deuda de 144 mil millones de dólares, el más grande de la historia del capitalismo hasta ese momento.

En contraste, en los primeros 14 años del siglo 21, desde la presidencia interina de Eduardo Duhalde hasta que finalizó el segundo mandato de Cristina, el país apostó a desarrollarse basado en la inversión estatal, la industria nacional, y la integración latinomaericana. ¿Cómo terminó ese proceso en diciembre de 2015?: el salario más alto de la región, la deuda en dólares más baja del último medio siglo, el desempleo en 6% y la pobreza alrededor del 24 por ciento. No hace falta un debate teórico. La experiencia y los resultados dan la respuesta.

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