La Argentina del régimen libertario de ultraderecha de Milei "fundida": Despidos masivos y cierres en el país de los industriales sin industria

Las grandes empresas insisten con las reformas estructurales primero y creen en un 2026 venturoso mientras que las pymes reclaman un salvataje urgente y advierten que se viene un industricidio.

Economía30 de noviembre de 2025TELEDIARIO.arTELEDIARIO.ar
Trabajadores industriales argentinos.
Trabajadores industriales argentinos.

Todos los días caen fábricas o se convierten en importadoras y tendales de familias quedan en la calle. Las grandes empresas insisten con las reformas estructurales primero y creen en un 2026 venturoso mientras que las pymes reclaman un salvataje urgente y advierten que se viene un industricidio.

Hay industriales que aplauden de pie el rumbo económico del gobierno de La Libertad Avanza y otros que ven la repetición de una película que siempre termina mal.

En la ancha avenida del medio, una tercera clase, quizás mayoritaria, pondera el ajuste, con toda su brutalidad a la vista, con la creencia difusa de que “era lo que había que hacer” en el país, pero a la vez ruega clemencia política para evitar que su propio negocio se venga abajo, como tantos otros a lo largo y ancho del país.

El deterioro de la industria argentina no es nuevo, pero esta semana, la decisión de la compañía Whirlpool de desactivar su producción local para transformarse en importadora generó una conmoción que reavivó el debate sobre el sentido de la política industrial del gobierno de Javier Milei.

Frente a la gravedad del caso, que incluía el lamentable saldo de 220 despidos, estallaron las preguntas: ¿Qué piensan los industriales del industricidio? ¿Qué estrategias aplican para evitar el desastre? ¿Qué diferencias los alejan de una solución de corto plazo?

Desafío
Si faltaba una definición sobre el sentido que tiene para el gobierno la política industrial, el secretario de Coordinación de Producción, Pablo Lavigne, la dio con claridad unos días antes, cuando aprovechó un evento de la UBA para soltar que “la mejor política industrial es la que no existe”.

No se sabe si el funcionario pecó de descontracturado o si buscó la visibilidad que logró la definición, pero la polvareda fue tanta que después pasó calor intentando explicarse.

En realidad, ese día, además de la frase de la polémica, repitió otros lugares comunes de la retórica neoliberal, como el que postula que “hay una sobreestimación de la capacidad estatal” o el que asegura que el Estado “corre de atrás” frente al dinamismo del sector privado. Todo muy coherente con el discurso y el enfoque político del gobierno en relación a la industria nacional.

Lo de Lavigne se leyó como una respuesta del gobierno a Paolo Rocca, CEO de la corporación Techint, que cuatro días antes declaró en un evento de la Unión Industrial Argentina (UIA) que en la Argentina “tenemos que volver a hacer política industrial. Para el gobierno es una mala palabra, pero el mundo va a hacia la protección de sus capacidades estratégicas”.
Para la dirigencia industrial, la elección de “un funcionario de segunda” para responderle al industrial más importante del país fue una provocación del gobierno y estuvo lejos de ser una respuesta considerada. Muchos vieron el movimiento como una declaración de principios en relación al sector, con toques de agresividad llamativos.

Los industriales se prendieron en el debate, pero esta vez con los perros rabiosos, voceros, segundas y terceras líneas, sin exponer a figuras.

En las bases quedó sabor a poco. El gobierno nunca corrigió los conceptos de Lavigne y la reacción del empresariado, sin el fogoneo de los altos mandos, se diluyó en la formalidad exagerada y en el análisis en off, que para muchos, como respuesta, fue corta.

En el medio, el bombazo de Whirlpool ganó espacio en los medios nacionales y se convirtió en un reflector que visibilizó casos parecidos en todo el país: cierres de fábricas, transformaciones forzosas y siempre despidos, muchos despidos.
El combo mete presión de cara a fin de año y la pregunta sobre el pensamiento de los industriales ante el abandono político del sector resuena cada vez con mayor intensidad.

Una muestra es el cambio discursivo de la Unión Industrial Argentina (UIA). Su titular, Martín Rappallini, esbozó durante el Coloquio de IDEA, antes de las elecciones del 26 de octubre, un reclamo por el valor del dólar, algo que quedó completamente olvidado durante la 31a Conferencia Industrial, realizada dos semanas atrás.

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